Salud y Gestión Emocional.
No podría responder a esa pregunta, pero cada vez estoy más convencida de que la gestión que hacemos de nuestros pensamientos y emociones tiene mucho que ver (sino todo) con eso.
Las emociones mal gestionadas o reprimidas durante mucho tiempo, el mantenimiento de rencores o la tendencia a tener pensamientos negativos y catastrofistas tienen un efecto devastador en nuestra salud.
Se ha demostrado que simplemente con el hecho de pensar en una discusión acalorada padecemos los mismos efectos en nuestro cuerpo que si hubiésemos tenido esa discusión de verdad.
De hecho, los niveles de cortisol (hormona del estrés) que alcanza nuestro organismo ante ese tipo de situaciones se mantienen hasta 5 horas sin que se haya producido el hecho en sí.
Las personas que tienen el hábito de rumiar pensamientos negativos o reproducir en su cabeza situaciones desagradables ven debilitado su sistema inmunitario en mayor medida que las personas que tienen sentimientos bondadosos hacia los demás y hacia sí mismos.
Existen multitud de casos en los que pacientes con enfermedades “incurables” se recuperan sin que la medicina actual pueda dar una explicación a ello.
Yo misma conozco varios casos de primera mano, aunque me limitaré a contar únicamente uno de ellos, el más reciente y con la paciente más joven.
Sara (no yo), tenía 30 años, un bebé de 8 meses y un negocio que estaba despegando.
En una revisión rutinaria le vieron un bulto en el pecho izquierdo y le dijeron que tenían que hacerle una biopsia para ver de qué se trataba.
Los resultados no fueron buenos. Le informaron de que se trataba de un cáncer maligno y que debían extirparlo cuanto antes.
Sara, a pesar de su juventud, ya ha vivido muchas experiencias traumáticas, inusuales en una persona de su edad. Quizá debido a eso, tenía una mentalidad abierta a nuevas formas de pensamiento, disciplinas no convencionales y una espiritualidad incipiente.
Decidió que un cáncer ya iba a ser demasiado y que de momento ya había vivido bastante dolor, así que decidió que seguiría con su vida hasta que tuviera que hacerse la operación.
Durante los meses siguientes Sara se dedicó a su familia, a su trabajo, que le encantaba, a cultivar su espiritualidad y a quererse mucho y muy bien. Trabajó su mentalidad, gestionó sus emociones como había aprendido, procurando que fueran siempre positivos y agradables, y gestionando correctamente los conflictos del día a día.
Llegó el día de la operación, le quitaron el bulto y le reconstruyeron la mama. Todo salió bien.
Cuando los médicos volvieron a analizar el tejido extraído no se lo podían creer, no había rastro de células cancerosas. Revisaron una y otra vez las pruebas y no encontraron ninguna explicación. Por supuesto, no tuvo que someterse a ningún tratamiento de radioterapia.
Desde ese día, Sara está sana y acude a sus revisiones protocolarias sin ningún cambio en los resultados.
Como este, cientos de casos inexplicables. O no.
Está claro que hay una relación directa entre las afecciones de los distintos órganos y nuestra manera de tomarnos la vida y la enfermedad es la forma en que el cuerpo nos avisa de que debemos cambiar algo.
Si entendiésemos que simplemente modificando nuestros patrones de pensamiento y de gestión emocional podemos revertir muchas de las dolencias que nos atenazan en la actualidad, evitaríamos el deterioro progresivo de nuestra salud.
Por ejemplo, la predisposición a enfermedades respiratorias y digestivas se relaciona con la tristeza. La ira y la frustración tiene efectos sobre el hígado y la vesícula biliar, además de generar tensión muscular.
Las personas obsesivas y que se desbordan emocionalmente suelen tener un desequilibrio cardiaco y digestivo, afectando también a los procesos metabólicos y empeorando la diabetes y la obesidad. El miedo afecta a los riñones y propicia las afecciones en los huesos y las articulaciones.
Terapias alternativas a la medicina occidental tales como la reflexoterapia podal, la biodescodificación energética o la medicina tradicional china, entre otras, aplican estos principios para ejercer la prevención o tratamiento de ciertas dolencias.
Por supuesto, y creo que esto debe quedar muy claro, aunque entendamos que existen otras formas de combatir o prevenir ciertas enfermedades o síntomas, debemos confiar plenamente en los avances de la medicina moderna y acudir a un especialista siempre.
¿Y tú qué opinas?