El AUTOCONOCIMIENTO, primer paso para sentirnos bien.
Si preguntase a un grupo de personas si realmente se conocen a sí mismos probablemente muchos responderían algo así como:
“Claro que sí, llevo conmigo toda la vida así que me conozco bastante bien”.
Sin embargo, y sin conocerlos de nada, me aventuraría a decir que sólo conocen una mínima parte de ellos mismos.
Con frecuencia, en las sesiones con mis clientes, éstos suelen asombrarse al descubrir cosas de sí mismos que ni siquiera imaginaban, y que resultan ser el quid de la cuestión que les ha traído.
Y es que a lo largo de nuestra vida nos encargamos de ponernos capas y capas encima para tapar y dejar de ver aquello que en su momento creímos que no era importante para nuestra vida.
Experiencias desagradables, la educación de nuestro entorno o la cultura de la sociedad en la que vivimos nos hacen esconder lo que no nos gusta para dar una imagen mucho más bonita y edulcorada de nosotros mismos, a expensas de perder nuestra propia esencia.
Poco a poco nos vamos desconectando de ese Ser genuino que vive bajo todas esas capas, mentiras, disfraces y armaduras hasta que llega un día en que no sabemos ni quienes somos.
Hemos vivido tanto tiempo protegiéndonos y complaciendo a nuestro entorno que ya ni nos reconocemos.
El vacío y el desánimo se apodera de nosotros y nos hace sentir perdidos y sin saber muy bien qué nos está pasando.
“La rutina”, dicen unos, “las obligaciones”, dicen otros… “Las preocupaciones del día a día”, “las decepciones”, “los disgustos”… Lo cierto es que nada de esto nos provoca una desconexión tan grande de nosotros mismos como el no mirarnos hacia adentro.
Y es que mirar hacia adentro duele, a veces no te gusta lo que ves, es incómodo y desagradable.
Porque ves todo aquello que has estado ocultando pero que sigue siendo parte de ti.
Es como cuando barres y guardas la porquería debajo de la alfombra pretendiendo que no se vea y huela… Pero al final, huele.
¡Ya ves si huele! Suelta un hedor tan insoportable que no hay ambientador que lo oculte. La única solución es mirar debajo y sacar la mierda (con perdón). No hay más.
Pues eso es de lo que trata el autoconocimiento. De mirar debajo, aceptar lo que no nos gusta y hacer limpieza. Pero limpieza de verdad, de deshacerte de comportamientos, cambiar patrones, creencias que nos perjudican y actitudes auto saboteadoras.
De tirar toda la mierda y hasta la alfombra que la cubre, para quedarnos sólo nosotros, con lo auténtico, con lo único que nos hará sentirnos bien en nuestra propia piel.
A partir de ahí, sólo hay que reconstruir.
Aunque mirar adentro es sólo para valientes.
Porque a veces el proceso no es tan grave ni tan desgarrador como para poner patas arriba nuestro mundo, pero otras veces nos sacude tanto que nos cambia la vida por completo.
O más propiamente dicho, la cambiamos nosotros.
Y es que sólo nosotros tenemos el poder de cambiar aquello con lo que no estamos satisfechos, o al menos, la forma en la que nos afecta.
Si nunca has probado esto del autoconocimiento te animo a que lo hagas. Te aseguro que a la larga te traerá más beneficios que inconvenientes y tu “yo” más genuino te lo agradecerá.
Con suerte, te quedan muchos años que pasar contigo mismo.
¿Quieres convivir con un desconocido?