Intolerancia a LA INCERTIDUMBRE.
“La vida infringe los mismos contratiempos y tragedias tanto en el optimista como en el pesimista, sólo que el optimista las resiste mejor.” Martin Seligman
La incertidumbre se podría definir como la “carencia de información respecto a los acontecimientos externos”.
En nuestra vida diaria, con el fin de adaptarnos mejor al medio en el que vivimos, tratamos de predecir lo que va a suceder y ahí es cuando nos topamos con la incertidumbre.
Por desgracia, la incertidumbre es inevitable. No siempre tendremos la información de lo que va a pasar o está pasando y siempre habrá imprevistos que podrán ser negativos, positivos o neutros. Así pues, lo importante es cómo la gestionamos.
El efecto de la incertidumbre en cada uno de nosotros dependerá en parte de nuestra propia mirada, es decir, si somos optimistas o pesimistas, y la tendencia que tengamos a sobreestimar eventos negativos y magnificar sus consecuencias.
Además, hay otro factor que influirá en la gestión que hagamos de ella, que es la seguridad que tengamos en nosotros mismos. Si tenemos suficiente confianza nos sentiremos capaces de afrontar los posibles imprevistos. Si no, pueden surgir emociones como el miedo, la ansiedad, el sentimiento de amenaza, etc., lo que puede hacer que distorsionemos la realidad.
Por lo general, pensamos que cuanto más control tenemos de la situación, más probabilidades de éxito tendremos, pero eso no es así. Controlar el proceso no significa controlar el resultado.
Tras todo esto hay una razón de base, el miedo a lo desconocido. Por lo general, preferimos conocer lo que va a pasar, aunque sea malo, que sentir la incertidumbre de no saber si ocurrirá o no. Conocer el porvenir nos da sensación de control y de tener más tiempo para prepararnos y reaccionar ante lo que venga.
Sabiendo todo esto, ¿qué podemos hacer si tenemos baja tolerancia a la incertidumbre?
A continuación, te propongo algunas cosas que podrían ayudarte.
Observa y conecta con tus emociones
Acepta que tienes miedo. Esta emoción forma parte de nosotros, si la bloqueamos no estamos permitiendo que se exprese y esto puede generar un efecto desadaptativo.
Identifica qué emociones, además del miedo, te genera la incertidumbre. De esta manera, tendrás un punto de partida para empezar a trabajar. El bloqueo emocional nos impide tener claridad sobre lo que nos preocupa y cómo nos hace sentir el contexto.
Permítete más momentos de descanso para dar cabida a las emociones que estás sintiendo.
Intenta ser realista y objetiva
Plantéate si la situación te está afectando o sólo piensas que te va afectar y en qué áreas de tu vida puede hacerlo: económica, familiar, social, etc.
Busca la información justa y de fuentes fiables.
Cuestiona los pensamientos catastrofistas. Por lo general, este tipo de pensamientos suelen ser más fruto de la fantasía que de hechos fundados.
Analiza tus creencias limitantes. A veces, acumulamos creencias que nos perjudican y hemos dado por ciertas debido a experiencias pasadas, a las que nos cuesta renunciar.
Distingue lo que sí puedes controlar, y lo que no, para tomar las mejores decisiones. Ver tus posibilidades reales de acción te ayudará a enfocarte en lo que sí puedes hacer y evitar desperdiciar tus esfuerzos en tareas titánicas que se escapan de tu control.
Pregúntate qué puedes hacer y con qué recursos cuentas. No te lances a lo complicado en un momento de incertidumbre, céntrate en situaciones asequibles.
Cambia el punto de vista
Adopta otro punto de vista. Una de las mejores maneras de canalizar el miedo es adoptando un punto de vista diferente y tomando una postura neutral. Esto te ayudará a desdramatizar y quitarle peso al asunto.
Enfócalo como una oportunidad para hacer cambios positivos, que a la larga te favorezcan.
Suelta el control
Acepta la situación tal y como es. Aceptar no significa estar de acuerdo con lo que ocurre, pero cuando algo no se puede cambiar, de nada sirve mantener una actitud que únicamente te está frustrando. Dejarse llevar es uno de los trucos más productivos y sanadores en la gestión de la incertidumbre.
No hagas nada. Si has reflexionado y analizado bien un problema y no das con la solución, no hagas nada, espera y sé paciente. La mayoría de los problemas se solucionan solos. La cuestión es elegir bien cuándo no debes actuar.
Establece un plan de acción flexible con pequeñas metas
Ponte pequeños objetivos a corto plazo. Esto mantendrá a raya tu necesidad de control (sin que sea excesiva y te termine haciendo daño).
Céntrate en el presente. Trata de estar presente y evita elucubraciones sobre lo que podría pasar en el futuro.
Asume pequeños riesgos. Comienza por cosas pequeñas, verás como tu tolerancia aumenta poco a poco e irás fortaleciendo tu autoestima.
Permite que los planes puedan cambiar. Las situaciones cambian por lo que las estrategias que diseñes deben ser flexibles. Lo importante es mantener las metas, pues los planes son solo el camino hacia ellas, y en ese camino se podrán cambiar cuanto sea necesario.
Traza rutinas agradables. Debes activar tu parte placentera, aquella que necesita actividades agradables para poder tener un respiro y conectar con sensaciones de bienestar. Mantener el contacto social y los vínculos de apego pueden formar parte de estas rutinas agradables.
Sigue haciendo tus actividades habituales, sobre todo aquellas que te reconforten para no caer en el hartazgo y la depresión.
La incertidumbre es una constante en la vida humana y es importante aceptar que siempre habrá cosas que no podremos prevenir o controlar. Aprender a manejar la incertidumbre puede ser una habilidad valiosa para mejorar la resiliencia y la capacidad de adaptación ante los cambios en la vida. Al final, lo más importante es mantener una actitud positiva y perseverante, y recordar que, aunque no sepamos qué depara el futuro, siempre podemos trabajar para mejorar nuestro presente y nuestras perspectivas a largo plazo.